En lo que creo (J.G. Ballard)

"Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados"

miércoles, 24 de agosto de 2011

La verdad de la milanesa o la falta de aire y lo que el viento se llevó



La Chandita está que llega de reunión de apoderados a la que no pude asistir por estar en jornada de trabajo soporífera. Esto que les escribo y cuento tiene tiempo de expiración, su llegada y la de las rusitas que están guapas, tremendas, sueltas, tan distintas, tan pero tan para comérselas. En fin, acabo de aterrizar y no puedo dejar de pensar en que algo tengo que decir. 

Antes de expresarme libremente siento que debo instalar mi contexto apremiante, estoy hasta la coronilla, hasta la tuza. La neura reventó el fin de semana antes pasado y ahora me estoy terapeando yo mismo después de darme cuenta (Heidegger) lo que disfruté (profundamente, personalmente, enquistadamente) llegando a casa garabateando a los cuatro vientos silicios, naturalmente, como acto de sobrevivencia, para contar cualquier situación de forma espontánea, sencilla, sin men ti re tas (es una sensación de performance constante y conservadora que me dura todos los días desde las 8 am hasta las 18.30 pm, una terrible sensación de autoengaño).  En este “actuar afuera” las expresiones preferidas son coloquiales, instantáneas, ácidas, críticas, propias como estas líneas, honestas, pero sobre todo recursos que me permiten expresarme sin camisa de fuerza, sin callar frente a comentarios intolerantes e ignorantes, comentarios que se quedaron pegados al último toque de queda que recuerdan nostálgicamente invocando a sus héroes ya enterrados. Es un espíritu muy Longueireano.  De la línea como que ellas nunca llevarían a sus hijos a una marcha, que es un abuso a esos pobres menores, que cómo les enseñan esas costumbres. Yo en serio, en verdad verdadera (como diría Popeye) pensaba que la palabra costumbre era una mala costumbre erradicada por la pureza de la palabra cultura. En definitiva el relajo y la posibilidad de ser normal y no el estilo costumbrista del opus dei del orto lleno de fétida mierda.

Recuerdo que ahora tengo unos tíos y tías que me leen y emocionan y  espero que no se sientan ofendidos por los garabatos pero es lo que quiero decir sobre esa gente tan hipócrita.

Supiesen ustedes las fachateses que escucho a diario, la falta de sensibilidad. El exceso de miedo, el perpetuo sometimiento a la antigua vida latifundista, esa OMINOSA adoración a ídolos malignos como el charlista numerario Gonzalo Rojas que habla de hijos y familia y educar y poner reglas y normas citando la encíclica y la dominus rectus manflinflis sin haber tenido un hijo por el cual desvivirse, sin haber tenido una mujer por la cual querer llegar a casa que no es su casa sino la de estos casi curas con permiso a farra, billete y orgía bachiller.

Hay quienes no perciben la importancia con que se re resignifican estas palabras en mi tripa corazón. Escribir, patalear, decir:

Estoy con ustedes queridos y admirados estudiantes, amo a los corredores de la manzana que rodea la moneda. Me masturbo con Giorgio y la niña comunista que se parece a la hermosa Consuelo de la universidad. Estoy con cada uno de los guerreros que se toman de los brazos para detener a los flyters anarquistas cogoteros que la embarran siempre. Pienso en los mismos abrazados como si mi abuelo cruzara ese río tan ancho que se escribe entre él y yo cuando nos pensamos en estos asuntos. Adoro saber que por jil de pelo largo al menos una vez me fui detenido en una linda manifestación pirula. Ruego al dios de la buena estrella que acompañe este paro, para que nadie fallezca y repito la oración para que este imbécil que ya se nos va con su tic nervioso galopante no la cague más todavía.

Get back love. Rallé con el dolor de la claridad del alejamiento leyendo los correos de los compañeros de colegio vosciferantes atrevidos políticos transparentes incapaces de ponerse en el lugar del que estudia debiendo, se casa debiendo (para ponerlo en sus términos a de ser una ceremonia eclesiástica), arrienda debiendo y pide un crédito para la casa propia y le responden que no porque le quedan todavía quince años debiendo. ASFIXIA.

¿Y qué decir del amor?, ¿de las historias de los romeo y de las julieta? Faltanme los adjetivos para los cabros que fueron pokemones y ahora son los que dan la cara. Les quiero decir que (dentro de lo poco) mis ollas presentan contusiones graves que son tristes homenajes de lo que les agradeceré cuando la Violeta alcance la mayoría de edad, que  mis conversaciones  (aun cuando lateras, pegadas, monoparlantes) no perdonan la violencia con que se los ha tratado, que mis paseos por el parque se han trasladado a las marchas familiares, que independiente de lo que diga escriba o haga siempre sentiré que habiendo podido hacer algo más sólo fui un chanta observante tolerante más o menos cleber que ahora despabila cuando siente que ya se le pasó la hora.

Para el remate un tema que le he escuchado a los roling stones argentinos: time is on your side, yes it is.

Las tres imágenes con que me quiero quedar, pase lo que pase.

1.- Pokemón estudiante universitario maduro crítico insobornable.

2.- Loco que no deja de correr colorado como tomate. Lola que corre más atrás más colorada y más raja que el loco que lleva la bandera chilena flameando día y noche alrededor de la casa de gobierno.

3.- Pendexes del movimiento dan charla catedrática a senadores e invitados como Carlos Peña, José Joaquín Brunner y algún otro representante de algún directorio de alguna estupenda universidad como la mía de la que ahora recibo correos electrónicos invitándome a capacitaciones de empleabilidad. Y diplomados de gestión del autoestima concha tun tun.